Hasta la Victoria Siempre, ¡Compañera! |
No sabía porqué ...
Pero huía... el demonio estaba en la calle, era un pequeño pueblo italiano, y a medida que se movía corrompía más y más almas.
Yo iba saltando de calle en calle, a través de verjas y alambradas, escapando, tratando de ganarle la espalda...
En un momento me pude poner a su espalda y entonces...
Empezó la escabechina.
Mis patadas y fuut-ro-dah! hacía que fuera poco a poco acabando con el monstruo hasta que de repente...
El pueblo italiano desapareció y estábamos en mi pueblo natal, Villaviciosa.
Estábamos a la altura del bar "El Galeón" cerca del paso de cebra, justo delante de la puerta de abajo de "El Ateneo".
El demonio ya no era tal, era un hombre de mi pueblo que venía hacia mi y me decia:
- Guaje! Ye'l día del bollu!
Yo contestaba:
- A ver ho! Tira pa dentro, que pago una de sidra!
Acto seguido, caminaba unos metros más y me encontraba con otro hombre, creo recordar que era Carlos, el de Lastres, cliente de mi padre ... y le decía:
- Manín! Paez que va a llover! Lleves les gafes chiscaes!
Y el respondía:
- No home no, ye que hay un paisano aqui escanciando!
Seguía caminando entre risas y en vez de llegar a la puerta de "El Ateneo" aparecía a la altura de el antiguo Bar "El Royalti" donde la papeleria y libreria de Luis ...
Había gente en la calle, mucha, y entre ellos, llegabas tú ...
Yo te miraba, me quedaba frio, parado, estupefacto. No podía ser.
Estabas muerta.
Me quedo parado y flexionando levemente las rodillas y asomandome por la izquierda, compruebo de nuevo que eres tú... pero ese abrigo... no le conocía.
Por un momento pienso que realmente que no eres tu, que eres mi abuela, pero a medida que te acercas me doy cuenta de que eres tu, con tu cara bonita, iluminada, relajada, feliz.
Me ves y vienes directa a mi y cuando llegas a mi altura yo empiezo a llorar y te digo:
Mamá, no puede ser que estés aqui, tu estás muerta. Me sonries sin decir nada y exploto:
Te quiero mamá, te quiero mucho y te voy a echar mucho de menos.
Tu me miras, sonriendo. Me abrazas.
Siento tu calor entrando en mi, tu cariño.
Me dices suavemente, sin dejar de sonreir:
- No te preocupes por mi Luis, yo estoy bien donde estoy, estoy feliz. No te preocupes, de verdad.
Yo sigo con mi letanía, diciendote que te quiero, y que te echo de menos y tu respondes que tu también me quieres.
En ese momento me despierto, en mi cama, son las 19:50 de la tarde del sábado 31 de Enero.
Me despierto queriendo que estés a mi lado, aunque seas un fantasma, me daría igual, por volver a verte...
Pero no estás.
Despierto a Samantha y le cuento mi sueño, mientras me derrito en lágrimas.
No hay mucho más que pensar o decir. Yo te sentí. No puede ser de otra manera. Eras tú y viniste a mi.
En los sueños todo es producto de nuestra imaginación, pero en este, tu actitud y tus palabras no nacían de mi. Eras tú, mamá.
Gracias por seguir ahi un ratito más...
Te quiero mamá.
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