Hasta Luego, compañera.
Pocas veces en la vida, de hecho solo una, hay momentos más significativos que la despedida eterna de una Madre.
Mi madre era una Libertaria.
Si, una libertaria.
Siempre creyó en la libertad por encima de todas las demás cosas, y siempre creyó que la libertad era lo más sagrado.
Durante toda su vida ayudó a toda la gente que la rodeó a ser libre, haciendo que sus problemas se redujeran lo máximo posible, siempre por y para los demás.
Era una mujer excepcional.
Era una mujer buena, llena de virtudes, con algún defecto, como todos, pero nunca hacia los demás, y era una mujer con entereza, con consciencia de si misma y del mundo que la rodeada, una mujer despierta, que vivía su vida de acuerdo a sus convicciones, de una moral fuerte y construida sobre la igualdad y el bien común.
Mi madre era una mujer fuerte, llena de luces y sombras y después de tanta vida llena de baches, tomó la decisión más valiente y a la vez más dura de toda su vida, y así lo interpreto yo:
Notar que la familia de una vez y por todas está unida, lista para volver a ser feliz, que todo está bien y que su ayuda ya no es necesaria... decidir por una vez en la vida por y para ella y sin un ápice de reproche elegir su propia felicidad y dejarse ir a encontrarse de nuevo con la gente que tanto echaba de menos, su abuela, su padre, su cuñado, sus primos y tíos, sus amigos...
Yo no creo en Dios, pero desde luego gracias a ella se que existe un punto distinto y diferente, un punto de magia donde todo es posible y se que Diego, José Mari, Tito, Güela y Güelu, Maxi, Roberto, todos los que se han ido poco a poco antes que ella, la están cuidando y dándole una cálida bienvenida.
Nunca olvidaré el paseo desde la puerta de la iglesia hasta el cementerio, tu ataúd pesaba un poco, claro, pero eramos 6 los que orgullosos de tu espíritu te guiábamos a tu última morada y eso hacia que fuera liviano.
Éramos 6 y sin embargo y tu estabas allí, a mi derecha, apoyándome.
Miré al cielo tras el primer trueno y el agua empañó mis ojos, y una gran sonrisa vino a mi boca pues sabía que eras felíz y estabas contenta, sabía que tu decisión fue la mejor escogida de todas las opciones y sabía que debía dejar de lado mi egoísmo para pensar que tu merecías descansar de tanto dolor y congratularte en donde estés con el futuro que has dejado en el mundo.
Después de esos metros llegamos a tu última cama, allí donde ya estarás durmiendo para siempre, como siempre quisiste, y el segundo trueno me hizo entender que, como el pájaro que deja el nido para siempre, era el momento de ser libre (como tú), de ser mayor, de dejar atrás la infancia pasada y aprovechar estos años que me quedan para honrar tu memoria y ser tan buena persona como tú lo fuiste, hacer que los demás tengan una sonrisa en su boca a diario...
Desde luego, el día en que yo me vaya tendré dos cosas para ti:
Una colleja, por irte lejos, y un abrazo, por ser mi ejemplo y enseñarme a ser como soy.
Y quiero que el día en que yo me vaya de este mundo, la gente diga de mi lo mismo que han dicho de tí, toda la gente que te quería y te tenía en su memoria...
Así que mamá, se que esto es sólo un hasta luego, pero quiero que sepas que cada día de mi vida voy a agradecerte cada segundo de vida que me regalaste y cada minuto que compartimos hablando de todo lo hablable y lo no hablable.
Gracias por ser mi madre, tal cual eras, con tus dos ovarios siempre por delante y la voluntad férrea para continuar luchando incluso en los peores momentos.
Descansa ahora mamá, descansa y prepárate para cuando volvamos a vernos, tendré muchas cosas que contarte, tendré una eternidad para explicarte como ha sido mi vida, y conocerás a Sam, y a mis hijos, volverás a preguntarme que tal el trabajo y como me han ido las cosas, si soy feliz y si me hace falta dinero jajaja
Te quiero mamá.
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