Es curioso ...
Hace muchos años, muchos muchos años, mi tía Violeta me dio un consejo; me dijo:
"- Sobrín, siempre que te pase algo, no hagas como tu madre, y cuentalo. Porque si lo dejes dentro de tí, acaba comiéndote"
Por aquel entonces, yo intuía que algo de verdad había en esas palabras, pero la mayoría de las veces, en vez de tener un diálogo externo, tenía uno interno, cuando escribía linea tras linea tratando de entender que me pasaba.
Años de elucubraciones, de pensamientos, de idas, de venidas .. años de buscar el significado, de entender el porqué, de pensar ¿y ahora?
Durante estos años, las cosas mas terribles de mi vida, las que te marcan y te hacen empezar a caer en el abismo.
Porque seamos sinceros, todos hemos notado alguna vez el oscuro vacío que hay cuando no somos capaces de amarnos.
Y ese abismo, es atrayente. Te inunda con sus tentáculos y te arrastra al fondo de ese mar negro, donde la luz es solo un recuerdo de tus años de infancia ...
Y pasan los años, y consigues sacar una mano, y respirar, y gritas. Y te revuelves, Y te niegas a que siga siendo tu realidad.
Vienen más golpes de la vida, más dolor, más ira ... más rabia.
Y el fuego te domina. Y te quemas. Y abrasas todo lo que te rodea .. consumes el oxígeno de tu habitación y te ahogas ... caes en un sueño profundo, intranquilo ...
Pero un día, quizás por azar, quizás por deseo, quizás por entendimiento místico, aparece una luz en el horizonte que borra poco a poco las sombras, y te permite ver un camino nuevo, un camino que antes no habías visto:; que no sabías que existía, un camino para el que tú ya estabas preparado, aunque no lo supieras.
Y entonces entiendes, como una verdad absoluta y certera que las preguntas, las miles y millones de cuestiones que asolaron tu vida, no son nada en comparación con el sentimiento de que el amor, y la sensibilidad, colman tus necesidades más básicas y te hacen libre del dolor y la tiranía de la razón.
Empiezas a querer a los demás, a dejarte fluir por esa necesidad de darte y que ellos y ellas, te sientan cerca, para cuando lo necesiten.
Empiezas un camino lentamente, cuesta arriba, saliendo de ese agujero negro en el que llevas tantos años recostado, tumbado, comiendo las hieles del infierno que tu mismo te has construido...
Y desde lo más profundo de esa oscuridad, surge una luz de tu sonrisa: "por fin lo has comprendido".
Tu corazón se inflama de pasión, de valor, de energía, de ganas.
Tus manos se vuelven raudas, fuertes ... agarran las trizas de soledad y melancolía y escalas las paredes escarpadas.
Tus piernas se endurecen en la subida, y tus pies hacen de palanca.
Metro a metro, pulgada a pulgada, ves más cerca la salida.
La vida te empuja, te quita lo que más amas y sin embargo comprendes que esa perdida es el lastre que te lleva más abajo y que con ese acto de redención eres libre; puedes soltar amarras. Despliegas tus alas y empiezas a volar, ascendiendo con el aire cálido que sube desde el centro de la tierra, de tu tierra, de tu corazón.
Sigues subiendo cada vez más alto! Dejas atrás la capa de mugre y empiezas a ver la tierra; sus colores, las praderas, el olor de los árboles en primavera ...
La ceniza cae de tus ropas, tus ropas caen de ti y en tu desnudez te elevas.
Sigues subiendo, cada vez más alto, más libre, más sano, más vivo.
Y cuando el sol baña tu rostro gritas, sonríes y lloras.
Y las lágrimas surcan tu cara haciendo que brilles en el cielo, con el reflejo de la luz solar.
Viajas rápido, de emoción en emoción, vuelves a sentirte, a ver el mundo de la misma manera que lo hacías cuando tenías 4 o 5 años.
Entiendes que el miedo inunda los campos y los caminos que la gente normal transita, y que desde arriba, puedes observar la belleza oculta tras la densa niebla.
Entiendes que no todos los que llegan a tu vida, deben quedarse, que algunos vienen para coger de tí aquello que no les pertenece, y a otros, sin embargo, les entregas con amor y alegría parte de tu esencia.
Comprendes que la soledad es la marca del ser que no se ama, pues en el amor no hay soledad, ya que estándo contigo mismo, estás a la vez con todo lo que te rodea.
Y sientes como Gaia te mira a través del espacio, y del tiempo, y te nota una vez más en su semilla, en su savia, en sus aguas.
Y entonces, cuando estás volando en las alturas, o cuando caminas en la tierra, o cuando nadas en el mar, te liberas de todas las cadenas que te impone tu historia, y la historia de tus antepasados, y la historia que el mundo te obliga a cargar. Y comprendes que no hay hombres, y mujeres, que hay seres humanos, personas, y que todas las personas son parte de ese Todo en que el que tú te sientes libre.
Y una vez más, lloras, ríes, cantas y caminas feliz en un mundo devastado por la polaridad, por las luchas fraticidas, por el dolor, por la guerra, por el individualismo, por el desastre, la ansiedad, el capitalismo patriarcal ...
Pero ya has empezado a transcender. Y una vez que hueles el aroma del nuevo día, no hay marcha atrás.
La luz siempre gana.